
El estipendio es una ofrenda que los fieles hacen de modo voluntario, para que los sacerdotes que la reciben apliquen la Misa por una determinada intención, quedando en ese momento obligados a su celebración por un deber de justicia. El derecho establece que se pueden ofrecer Misas por personas concretas, tanto vivos como difuntos.
La Iglesia reconoce la necesidad y legitimidad de esta limosna, por la que los fieles contribuyen al bien de la Iglesia y participan de su solicitud por sustentar a sus ministros y actividades. En algunos lugares, los estipendios son casi la única fuente de ingresos.
Compete al concilio provincial o a la reunión de obispos de la provincia fijar por decreto la ofrenda que corresponde a la aplicación de una Misa, y no le es lícito al sacerdote pedir una cantidad mayor, aunque puede recibirla si es espontáneamente ofrecida, y también una menor. A falta de tal decreto, se observará la costumbre vigente en la diócesis.
En esta materia se ha de evitar hasta la más pequeña apariencia de negociación o escándalo. De hecho, el que obtiene ilegítimamente un lucro con la ofrenda de la Misa debe ser castigado con una censura o con otra pena justa.
Se recomienda encarecidamente a los sacerdotes que celebren la Misa por las intenciones de los fieles, sobre todo de los necesitados, aunque no reciban ninguna ofrenda. El obispo diocesano y el párroco deben aplicar por el pueblo que les está encomendado la Misa de todos los domingos y otras fiestas de precepto en su diócesis.
Existe una normativa que regula los distintos supuestos que se pueden dar respecto a los estipendios y la celebración de las Misas.
Los encargos recibidos se pueden transmitir a otros sacerdotes, con determinados requisitos.
La obligación y el derecho de vigilar para que se cumplan las cargas de Misas corresponde al ordinario local para las iglesias del clero secular; y a sus superiores, para las iglesias de institutos religiosos o sociedades de vida apostólica.El párroco y el rector de una iglesia o de otro lugar piadoso, donde suelen recibirse estipendios, han de tener un libro especial para anotar el número de Misas que se han de celebrar, la intención, la ofrenda entregada y el cumplimiento del encargo.

Intenciones de la misa
Desde pequeño he visto como muchos en mi familia han ofrecido misas por diversos motivos, en su mayoría, aniversarios o por aquellos familiares que se nos han adelantado. Pero ¿qué valor tiene hacer este acto? ¿Realmente produce efectos en las personas por las que se ofrecen las intenciones de las misas?
Ofrecer la misa por algún motivo o persona es una tradición muy antigua, en especial cuando se hacía por los difuntos. Desde solicitar alguna gracia en particular, el éxito de una operación o simplemente como acción de gracias por un sinfín de razones.
Hay que destacar que cada Misa se ofrece en acción de gracias a Dios por todo lo que ha hecho. Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC 1360).
Además, los efectos que tiene la Misa son purificadores y de reparación, esto lo encontramos en el mismo Catecismo (CEC 1414). Por lo tanto, estos motivos son por los que se ofrece cada Eucaristía que se celebra en el mundo.
Pero existe el llamado “fruto ministerial”, que propiamente son los beneficios que obtienen aquellos por quienes el Sacerdote ha ofrecido una Misa en particular. Por algún enfermo, difunto, alguna pareja de novios, por alguien que celebra su cumpleaños, etc. A través de ese ofrecimiento, el poder que tiene una Misa, por la misma gracia de Cristo que se ofrece por todos, se enfoca en especial hacia la intención que se presentó para gloria de Dios y en beneficio de toda la Iglesia.
En cada Eucaristía participamos todos de la oración colecta, ese momento en el que el Sacerdote recoge todas las intenciones presentes en la Misa. Cuando se ofrece por un motivo en especial, por un lado, pedimos a Dios que otorgue los frutos del sacrificio de Cristo a cada situación ya establecida por la Iglesia en cada Eucaristía y, por otro, pedimos incluir algunas en particular para que entre todos de los que participamos de ese momento nos unamos de manera especial a ellas.
El beneficio de este acto no es solamente para las personas por las que se ofrece, también es un consuelo para quien la ha encargado. Tal es el caso de la pérdida de un ser querido que, ante el dolor que produce su partida, se busca así su descanso eterno, por lo que, al encargar una Misa por ese motivo, conforta el alma. Asimismo, cuánto se agradece que alguien ofrezca una Eucaristía por una persona viva en razón de una ocasión especial.Al pedir al Sacerdote que se tome nuestra intención en la Misa, es costumbre ofrecer un estipendio en agradecimiento y en apoyo al sustento de las necesidades que pudieran existir para la misma Parroquia o capilla. (Código de Derecho Canónico 946).

¿Puede pedir un fiel cristiano a un sacerdote que aplique la celebración de la Misa por algún fin determinado?
Sí, claro que puede hacerlo. Es decir, puede lograr, por ministerio del sacerdote, que “su” petición no sea ya solo “su” petición, sino que forme parte de la intercesión de la Iglesia unida a la intercesión de Cristo. La Eucaristía da gloria a Dios, le da gracias, satisface por nuestros pecados e intercede por nosotros ante Dios.
“Por tanto, la Iglesia ofrece por los difuntos el sacrificio eucarístico de la Pascua de Cristo, y reza y celebra sufragios por ellos, de modo que, comunicándose entre si todos los miembros de Cristo, estos impetran para los difuntos el auxilio espiritual y, para los demás, el consuelo de la esperanza”. (RE 1)
“Mientras celebramos con fe la victoria pascual de Jesucristo, esperamos y pedimos –ya que todo lo que es objeto de esperanza lo es también de oración- que el Señor perdone los pecados del difunto, lo purifique totalmente, lo haga participar de la eterna felicidad y lo resucite gloriosamente al fin de los tiempos. Y estamos seguros de que nuestra oración es una ayuda eficaz para nuestros difuntos, en virtud de los méritos de Jesucristo, y no en virtud de una correspondencia matemática entre el “número” de sufragios y los beneficios obtenidos por los difuntos”. (OEE 16)
¿Esto es una especie de superstición, o se corresponde con la tradición de la Iglesia?
En la constante tradición de la Iglesia está el hecho de que los fieles “movidos por su sentido religioso y eclesial, quieran unir, para una más activa participación en la celebración eucarística, un personal concurso” (FT). Y ese “personal concurso” puede ser pedir que se celebre la Misa por una intención determinada, ofreciendo incluso un don para ello. Esos fieles serán, sin duda, los principales beneficiarios de esa petición.
“A lo largo de los siglos, dichos sufragios se han concretado de modo diverso: oraciones, obras de caridad, aplicación de indulgencias, ofrecimiento de la santa misa” (OEE 13)
Desde los primeros siglos, los fieles han presentado ofrendas durante la Misa. A partir del siglo VIII, y ya decididamente a finales del siglo XII, se extiende la costumbre de que los fieles contribuyan con una donación, en especie o en dinero, para que el sacerdote se obligue a ofrecer la Misa a intención del donante.
¿Esta es entonces una costumbre para el mes de noviembre?
No sólo. Ciertamente, el día 1 y el 2 le dan un matiz de oración por los difuntos a todo el mes, pero como todo lo que pertenece a la vida de la Iglesia, puede hacerse en todo tiempo: coincidiendo con fechas importantes en la vida de los difuntos, aniversarios de sacramentos recibidos, etc.
¿Cómo se hace, de modo práctico?
Se encargan en el despacho de la parroquia en el horario oportuno. Se pide, a cambio, un pequeño estipendio. Dar una limosna para que se aplique la Misa por una intención es un signo de la oblación personal del fiel, que añade “una como especie de sacrificio de sí mismo al sacrificio eucarístico para participar más activamente de éste” (FT).
Además, esa oblación manifiesta la comunicación cristiana de bienes. Con el estipendio, los fieles contribuyen a facilitar la celebración de la Eucaristía, ayudando a sustentar a los ministros y las actividades de la Iglesia. Se expresa, igualmente, la fe en la mediación eclesial.
Otra forma habitual es encargar una misa puntualmente en el aniversario del fallecimiento, cumpleaños, aniversario de boda, un acontecimiento importante en la vida del difunto.
Una misa por el alma de un difunto
Encargar una misa por el alma de un difunto es lo más grande que se puede hacer para ayudarla a librarse de sus penas, salir del purgatorio y gozar de la felicidad eterna en el cielo.
¿Eso significa que esa misa que he encargado en el despacho es “mi misa”?
De ninguna de las maneras. La “misa”, lo que nosotros llamamos “misa”, es la renovación sacramental del Misterio Pascual de Cristo, repitiendo el gesto que Él mismo nos mandó en la última cena. Aquel que paga un estipendio para que se pida por un difunto en la misa, o por cualquier otra intención, no “paga la misa”; la misa no se paga, porque su precio ha sido la sangre de Jesucristo: “recordad que no fuisteis comprados a precio de oro o plata, sino de la sangre de Jesucristo, que fue ofrecido como un cordero sin mancha” (1Pe 1,18-19). Ese dinero, que se llama estipendio, que se entrega es un donativo: Así que no sólo no podemos “pagar una misa”, que no cuesta tantos euros, sino “la sangre de Cristo”, sino que además la misa no nos pertenece, sólo unimos nuestra in- tención a la de Cristo y su Iglesia.
SE PUEDE PEDIR UNA MISA:
- Por nuestros queridos seres difuntos.
- Por un enfermo, por su curación o alguien que está sufriendo, por una persona en dificultad.
- Por alguien que celebra el cumpleaños, un aniversario u otro momento especial.
- En acción de gracias a Dios.
- Por una intención de oración particular.

